BOLIVIA: Criminalización del 8M o la política patriarcal de aleccionamiento
Daniela A. Elías
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“Me parece vergonzoso”, despotricaba el Arzobispo de Cochabamba, Oscar Aparicio. Su indignación, dice, es porque la Catedral Metropolitana fue mancillada por graffitis pintados en la marcha del 8M. Eso dice, pero la indignación, la rabia y el deseo de aleccionamiento a las mujeres es, en realidad, por el propio 8M que dejó hace rato de ser una fecha para convertirse en una demostración de que el futuro feminista del país es ya el presente.
Desde hace unos años atrás, no sólo en Cochabamba sino también en el resto del país, el 8M crece y gana potencia, se diversifica e intensifica. Forma parte de esa “explosión de las diversidades” de la que habla Alba Carosio, de esa “constelación de luchas” señalada por Verónica Gago. No hace mucho la convocatoria del 8M alcanzaba apenas para hacer plantones como acción política, todas nos conocíamos aunque no necesariamente articulábamos ni formábamos parte de alguna colectiva, que eran escasas. Ahora en cambio las colectivas y las iniciativas feministas proliferan así como las compañeras que se autoconvocan sin necesidad de pertenecer a ningún espacio organizado.
El 8M está creciendo también en diversidad, no sólo generacional. Las compañeras lesbianas son protagónicas pues han organizado una batucada que en cada marcha lanza el primer grito de resistencia frente a la guerra patriarcal a la que nos enfrentamos históricamente las mujeres. Marchan también las transfeministas que es otro de los frentes de disidencia que está abrazando el feminismo. Marchan mujeres de sectores populares y obreros que si bien no se dicen feministas están cansadas de ser estructuralmente atravesadas por la violencia machista y colonial del país.
Sí, estamos creciendo y frente a ello tenemos desafíos hacia dentro y hacia afuera. Hacia adentro, debemos preocuparnos porque el movimiento crezca sin despolitizarse, sin huir de los espacios necesarios de reflexión que le otorgan el sentido político a nuestras acciones colectivas. También tenemos el desafío de mantener nuestra autonomía pues la marcha del 8M en Cochabamba se caracteriza por haber logrado mantener fuera a los partidos políticos, ONG, instituciones municipales y estatales, y otras organizaciones que reciben financiamiento, por muy justa que sea su lucha. Rechazamos entonces banderas y cualquier objeto que señale pertenencia a una estructura institucionalizada, la marcha es un compromiso político para quienes tienen una convicción que no espera réditos.
Hacia afuera, el desafío de enfrentar a nuestros viejos enemigos que actualizan sus estrategias de ataque hacia los movimientos feministas y las disidencias. Estos enemigos descansaban tranquilos pues para el patriarcado las mujeres no logramos ser amigas porque se nos inculca la competencia entre nosotras, lo que no contemplaron jamás es que nos convertiríamos en compañeras de lucha. Así pues se equivocaron, los señores de sotana, los de terno, los de uniforme, pues a la larga nuestra amistad política tiene más posibilidad de prosperar que sus pactos patriarcales. Eso demuestra el 8M, a eso le temen.
Nuestro tejido político les provoca miedo y, por eso, intentan activar sus dispositivos de aleccionamiento para deslegitimar nuestras protestas calificándolas de vandálicas. Este 8M demandaron castigo penal para nosotras arguyendo destrozos al patrimonio arquitectónico de la Catedral, organización criminal, instigación a delinquir. Como la marcha es orgánica, horizontal y autónoma, como no tenemos ni caudillas ni cabecillas a quienes responsabilizar directamente, intentan incluir la figura de complicidad para encerrarnos a todas de una vez por todas. A ellos se suman las y los políticos conservadores y medios de comunicación de clara tendencia derechista que desean convertir el aleccionamiento de las feministas en un espectáculo de la humillación y, si pudieran, armarían ellos mismo el cadalso.
Cuando apelas a la sensibilidad de la población, fácilmente logras su respaldo. Así, eclesiásticas, beatas y beatos apelaron a la emotividad religiosa de sus feligreses y rápidamente consiguieron su respaldo con miras al escarmiento de las locas de la pañoleta morada. Su objetivo final: debilitar el 8M y nuestra potencia pues si hay castigo penal por un par de graffitis menos mujeres se atreverán a llamarse feministas. Curas, beatas y machos veían prosperar su campaña, pero llegó el 30 de abril y con él un reportaje periodístico que ha dejado nuevamente al descubierto la podredumbre de la Iglesia. Ese día se publicó un amplio reportaje que revelaba que el cura jesuita Alfonso Pedrajas había cometido al menos 85 violaciones a niños del colegio e internado Juan XXIII de Cochabamba, todo a sabiendas de sus superiores y pares(1).
¿Quiere ahora hablar la Iglesia de organización criminal, instigación a delinquir y complicidad? Hablemos de ello. La Iglesia es una organización criminal, una red de explotación sexual que durante siglos ha perpetrado crímenes de lesa humanidad, crímenes sexuales y crímenes de odio. Sus pactos patriarcales, su poder político y monetario garantiza la impunidad de sus actos.
La Iglesia ofrece a sus miembros todas las posibilidades materiales y simbólicas para ejercer sus crímenes, les instiga a delinquir enviando a sus depredadores sexuales a lugares remotos (2) con poblaciones que sufren de desigualdades estructurales y de quienes ninguna de sus necesidades básicas están garantizadas. Ahí encuentran a esxs niñxs sin casa, sin comida, sin escuela, sin protección ni familiar ni estatal. Esxs niñxs que son obligadxs a soportar en silencio las aberraciones sobre sus cuerpos por el temor a volver a su “reino de la necesidad”(3). Ahí el Estado falla también con su silencio, también con su ausencia.
Actúan con complicidad pues si alguno de sus miembros es denunciado, la Iglesia sólo lo reubica, esta vez lo envía a un lugar más lejano, más remoto, a esas tierras sin dios en Latinoamérica y África. Del caso de Pedrajas se sabe que los estudiantes que denunciaban eran expulsados del internado Juan XXIII, se sabe incluso que algunos sacerdotes que decidieron denunciar fueron también apartados de la Orden4. No es pues el demonio el que acaba con la fe de los creyentes, sino la Iglesia y sus miserias. No es pues casual que muchos ex religiosos terminen siendo ateos y buenas personas.
Las investigaciones contra los crímenes pederastas de la Iglesia en Bolivia apenas comienzan, nada garantiza que esta vez haya reparación y justicia para las víctimas. La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) que no pierde oportunidad para entrometerse en asuntos estatales, que lanza su verso cada vez que puede para atacar al gobierno de turno (de izquierda y raigambre indígena) y cuya afinidad con los partidos políticos de derecha no disimula, para este caso no tiene palabras, puede que las hayan dejado en el confesionario, allí donde todos sus crímenes son perdonados por otros criminales.
Puede que la Iglesia apele a la fe de sus creyentes, como descaradamente ya lo ha estado haciendo, puede que sus medios de comunicación aliados acallen progresivamente el escándalo, puede que una vez más los pederastas y sus cómplices queden libres, pero lo que no pasará nunca más es el olvido.
Las feministas nunca olvidaremos la pederastía de la Iglesia y haremos que quede en la memoria y en las paredes de cada uno de sus monumentos al descaro. ¿Qué era pues lo que más indignó a los curas de los graffitis del 8M? Que les decían la verdad: PEDÓFILOS.
Referencias:
(1) Un sacerdote abusó sexualmente de varios niños en Bolivia y dejó constancia de ello en un diario.
(2) La Iglesia española envió a pederastas a Bolivia y otros ocho países
(3) El “reino de la necesidad” viene del análisis de Hannah Arendt a partir de su reflexión en torno al espacio público y privado. La autora es citada por Juliana Kirkwood en el texto “El feminismo como negación del autoritarismo” (1983).
(4) El boliviano Pedro Lima fue expulsado de los jesuitas tras denunciar casos de pederastia.
Desde hace unos años atrás, no sólo en Cochabamba sino también en el resto del país, el 8M crece y gana potencia, se diversifica e intensifica. Forma parte de esa “explosión de las diversidades” de la que habla Alba Carosio, de esa “constelación de luchas” señalada por Verónica Gago. No hace mucho la convocatoria del 8M alcanzaba apenas para hacer plantones como acción política, todas nos conocíamos aunque no necesariamente articulábamos ni formábamos parte de alguna colectiva, que eran escasas. Ahora en cambio las colectivas y las iniciativas feministas proliferan así como las compañeras que se autoconvocan sin necesidad de pertenecer a ningún espacio organizado.
El 8M está creciendo también en diversidad, no sólo generacional. Las compañeras lesbianas son protagónicas pues han organizado una batucada que en cada marcha lanza el primer grito de resistencia frente a la guerra patriarcal a la que nos enfrentamos históricamente las mujeres. Marchan también las transfeministas que es otro de los frentes de disidencia que está abrazando el feminismo. Marchan mujeres de sectores populares y obreros que si bien no se dicen feministas están cansadas de ser estructuralmente atravesadas por la violencia machista y colonial del país.
Sí, estamos creciendo y frente a ello tenemos desafíos hacia dentro y hacia afuera. Hacia adentro, debemos preocuparnos porque el movimiento crezca sin despolitizarse, sin huir de los espacios necesarios de reflexión que le otorgan el sentido político a nuestras acciones colectivas. También tenemos el desafío de mantener nuestra autonomía pues la marcha del 8M en Cochabamba se caracteriza por haber logrado mantener fuera a los partidos políticos, ONG, instituciones municipales y estatales, y otras organizaciones que reciben financiamiento, por muy justa que sea su lucha. Rechazamos entonces banderas y cualquier objeto que señale pertenencia a una estructura institucionalizada, la marcha es un compromiso político para quienes tienen una convicción que no espera réditos.
Hacia afuera, el desafío de enfrentar a nuestros viejos enemigos que actualizan sus estrategias de ataque hacia los movimientos feministas y las disidencias. Estos enemigos descansaban tranquilos pues para el patriarcado las mujeres no logramos ser amigas porque se nos inculca la competencia entre nosotras, lo que no contemplaron jamás es que nos convertiríamos en compañeras de lucha. Así pues se equivocaron, los señores de sotana, los de terno, los de uniforme, pues a la larga nuestra amistad política tiene más posibilidad de prosperar que sus pactos patriarcales. Eso demuestra el 8M, a eso le temen.
Nuestro tejido político les provoca miedo y, por eso, intentan activar sus dispositivos de aleccionamiento para deslegitimar nuestras protestas calificándolas de vandálicas. Este 8M demandaron castigo penal para nosotras arguyendo destrozos al patrimonio arquitectónico de la Catedral, organización criminal, instigación a delinquir. Como la marcha es orgánica, horizontal y autónoma, como no tenemos ni caudillas ni cabecillas a quienes responsabilizar directamente, intentan incluir la figura de complicidad para encerrarnos a todas de una vez por todas. A ellos se suman las y los políticos conservadores y medios de comunicación de clara tendencia derechista que desean convertir el aleccionamiento de las feministas en un espectáculo de la humillación y, si pudieran, armarían ellos mismo el cadalso.
Cuando apelas a la sensibilidad de la población, fácilmente logras su respaldo. Así, eclesiásticas, beatas y beatos apelaron a la emotividad religiosa de sus feligreses y rápidamente consiguieron su respaldo con miras al escarmiento de las locas de la pañoleta morada. Su objetivo final: debilitar el 8M y nuestra potencia pues si hay castigo penal por un par de graffitis menos mujeres se atreverán a llamarse feministas. Curas, beatas y machos veían prosperar su campaña, pero llegó el 30 de abril y con él un reportaje periodístico que ha dejado nuevamente al descubierto la podredumbre de la Iglesia. Ese día se publicó un amplio reportaje que revelaba que el cura jesuita Alfonso Pedrajas había cometido al menos 85 violaciones a niños del colegio e internado Juan XXIII de Cochabamba, todo a sabiendas de sus superiores y pares(1).
¿Quiere ahora hablar la Iglesia de organización criminal, instigación a delinquir y complicidad? Hablemos de ello. La Iglesia es una organización criminal, una red de explotación sexual que durante siglos ha perpetrado crímenes de lesa humanidad, crímenes sexuales y crímenes de odio. Sus pactos patriarcales, su poder político y monetario garantiza la impunidad de sus actos.
La Iglesia ofrece a sus miembros todas las posibilidades materiales y simbólicas para ejercer sus crímenes, les instiga a delinquir enviando a sus depredadores sexuales a lugares remotos (2) con poblaciones que sufren de desigualdades estructurales y de quienes ninguna de sus necesidades básicas están garantizadas. Ahí encuentran a esxs niñxs sin casa, sin comida, sin escuela, sin protección ni familiar ni estatal. Esxs niñxs que son obligadxs a soportar en silencio las aberraciones sobre sus cuerpos por el temor a volver a su “reino de la necesidad”(3). Ahí el Estado falla también con su silencio, también con su ausencia.
Actúan con complicidad pues si alguno de sus miembros es denunciado, la Iglesia sólo lo reubica, esta vez lo envía a un lugar más lejano, más remoto, a esas tierras sin dios en Latinoamérica y África. Del caso de Pedrajas se sabe que los estudiantes que denunciaban eran expulsados del internado Juan XXIII, se sabe incluso que algunos sacerdotes que decidieron denunciar fueron también apartados de la Orden4. No es pues el demonio el que acaba con la fe de los creyentes, sino la Iglesia y sus miserias. No es pues casual que muchos ex religiosos terminen siendo ateos y buenas personas.
Las investigaciones contra los crímenes pederastas de la Iglesia en Bolivia apenas comienzan, nada garantiza que esta vez haya reparación y justicia para las víctimas. La Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) que no pierde oportunidad para entrometerse en asuntos estatales, que lanza su verso cada vez que puede para atacar al gobierno de turno (de izquierda y raigambre indígena) y cuya afinidad con los partidos políticos de derecha no disimula, para este caso no tiene palabras, puede que las hayan dejado en el confesionario, allí donde todos sus crímenes son perdonados por otros criminales.
Puede que la Iglesia apele a la fe de sus creyentes, como descaradamente ya lo ha estado haciendo, puede que sus medios de comunicación aliados acallen progresivamente el escándalo, puede que una vez más los pederastas y sus cómplices queden libres, pero lo que no pasará nunca más es el olvido.
Las feministas nunca olvidaremos la pederastía de la Iglesia y haremos que quede en la memoria y en las paredes de cada uno de sus monumentos al descaro. ¿Qué era pues lo que más indignó a los curas de los graffitis del 8M? Que les decían la verdad: PEDÓFILOS.
Referencias:
(1) Un sacerdote abusó sexualmente de varios niños en Bolivia y dejó constancia de ello en un diario.
(2) La Iglesia española envió a pederastas a Bolivia y otros ocho países
(3) El “reino de la necesidad” viene del análisis de Hannah Arendt a partir de su reflexión en torno al espacio público y privado. La autora es citada por Juliana Kirkwood en el texto “El feminismo como negación del autoritarismo” (1983).
(4) El boliviano Pedro Lima fue expulsado de los jesuitas tras denunciar casos de pederastia.
Mayo, 2023